Lunes 15. Los sentidos ejercitados: El oído (I)

“El que tiene oídos para oír, oiga”
Lucas 8: 8


En la parábola del sembrador el Señor nos enseña de cuatro clases de oyentes de la palabra de Dios (la semilla), comparándolo con cuatro terrenos distintos en donde puede caer una semilla.
V 5: “Una parte cayó junto al camino, y fue hollada, y las aves del cielo la comieron”. Estos son los que oyen la palabra con corazón distraído, llenos de preocupaciones que endurecen la conciencia tal como un camino grande. “Luego viene el diablo y quita de su corazón la palabra, para que no crean y se salven” V12. Satanás sabe que “la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (Romanos 10: 17). Es por eso que él quita la palabra antes de que haya producido la fe mediante un trabajo de conciencia. Este homicida desea la desgracia eterna de los hombres, por eso busca alejarlos de todo lo que se relacione con Dios.
V6: “otra parte cayó sobre la piedra; y nacida, se seco, porque no tenia humedad”. La segunda categoría de oidores recibe la palabra con gozo en seguida; les impresiona, pero no los alcanza profundamente. No hay fundamento, raíces, y se es incapaz de aguantar los asaltos que el enemigo les hace, pues inmediatamente levanta oposición, persecución, cuando hay el menor testimonio rendido al Señor. Ante esa oposición el oidor se retira cuando ve que la palabra le produce pesar en lugar de producirle gozo. No hay ningún resultado.
V7: “Otra parte cayó entre los espinos, y los espinos que nacieron juntamente con ella, la ahogaron”. En este caso podemos decir que la palabra penetro mas profundamente. Produjo algunos frutos pero falto poder para vencer los deseos del corazón natural, el amor a las riquezas, los placeres de la vida. Todas estas cosas ahogaron la palabra. A pesar de ciertos efectos que se manifestaron, no había vida, por consiguiente, no había fruto. La vida de Dios tiene una energía que le es propia, lo que el Apóstol llama virtud (2º Pedro 1: 4 y 5), y que, bajo la dependencia de Dios permite al creyente sobrellevar los vaivenes de esta vida. Cuando la vida de Dios es activa, no hay lugar para la vieja naturaleza.
V 8: “Y otra parte cayó en buena tierra, y nació y llevo fruto a ciento por uno. La semilla que cayó en buena tierra representa a aquellos quienes, habiendo oído la palabra, la retienen con un corazón honrado y bueno. No es que haya algunos corazones mejores que otros; aquellos corazones fueron abiertos para recibir la palabra solo por obra de Dios. Luego llevaron fruto constantemente. Se tiene la vida, es necesario recurrir constantemente a la gracia y el poder de Dios para perseverar y llevar fruto con paciencia hasta el final.

Por Lucas Paulino.

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