Martes 15. Limpios.

“El perro vuelve a su vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el cieno”
2da de Pedro 2: 22


Cuando era chico, después de que me bañaba, mi mamá me decía: “no te vas a ensuciar, mira que estas limpio”. Y es lógico ¿no? Después de estar ya limpios de la mugre con que nos ensuciamos durante el día, es común que tratemos de estar pulcros. Pero a mí me pasaba algo, y es que después de bañarme, si me ponía a jugar con mis amigos terminaba todo sucio nuevamente y transpirado. Y ese estado era pero que el primero, ni les cuento cuando iba a dormir…
Cuando somos salvos y limpios por la sangre de Cristo. Nuestro corazón cambia, pues antes estaba en tinieblas y sucio, contaminado por el pecado. Y la sangre del Cordero, nos da vida en abundancia y limpieza de las cosas más sucias con las que nos pudimos contaminar en este mundo.
Lo triste es que nos pase como al perro o a la puerca…, que siendo hijos de Dios, volvamos a las pasiones vergonzosas que tuvimos en otro tiempo (antes de conocer a Dios), que le demos lugar a los deseos de la carne, que nos revolquemos en las inmundicias de este mundo de pecado. Seamos sobrios y velemos, vivamos sanamente en las cosas limpias que provienen de Dios y alejemosno de las vanidades temporales que ofrece este siglo.

Si somos limpios por la sangre de Cristo, no nos ensuciemos con el polvo de pecado del mundo.

Por Andrés Vellano.

Lunes 14. Palabras de aliento.

“Nadie te podrá hacer frente en todos los días de tu vida; como estuve con Moisés, estaré contigo; no te dejaré, ni te desampararé.”
Josué 1: 5


Siempre es bueno recibir palabras de aliento cuando uno está mal. Siempre hay un amigo, un hermano, una madre o padre, alguien que nos da aliento. En el caso puntual de este pasaje, Dios le está hablando a Josué. Este tenía la difícil tarea de tomar la posta de Moisés y guiar al pueblo de Dios hasta la tierra prometida. La preocupación de este siervo de Dios era grande y las preocupaciones le quitaban el sueño. En esos momentos que Josué esta desanimado, triste o preocupado…, escuchamos que la voz de Dios interviene, dando aliento y paz al corazón de su siervo.
No cabe duda de que cada creyente de cada época por más lejana o cercana que sea, se sintió alguna vez como Josué. Y tampoco cabe duda de que Dios, que es rico en misericordia, de la manera que ayudo a Josué, lo hace con nosotros. Rindamos nuestro corazón a Dios, en los momentos de paz y en los de tormenta…, y sintamos su voz susurrando “no te dejaré, ni te desampararé”

Que Dios nos ayude a confiar plenamente en El, cualquiera sea nuestra condición.

Por Andrés Vellano.