Miércoles 24. Más fuerte que la lápida sepulcral.

“Todos los que están en los sepulcros oirán su voz, y saldrán.”
Juan 5: 28 – 29


Hace algunos años, en un cementerio de Hannover, todavía se veía una tumba de curioso aspecto. Pertenecía a una condesa alemana que se ufanaba de no creer en la resurrección de los muertos. Como última voluntad había pedido que se cubriera su tumba con una espesa lápida de granito de unas dos toneladas y aseguraran todo alrededor con gruesas piedras legadas entre si por ganchos de acero. Sobre la lápida se hallaba grabada esta inscripción: “Prohibido adquirir esta tumba, adquirida como posesión perpetua”.
Puede parecer extraño que alguien que negaba la resurrección de los muertos haya tomado tantas precauciones. Sin embargo, una semilla de álamo llevada por el viento vino a caer entre las piedras y la lápida. La semilla llagó a ser un árbol, el cual al crecer poco a poco levantó el bloque de granito, hizo reventar los ganchos y quebró el borde de piedras.
Una semilla bastó para abrir la tumba de la rica condesa. Una palabra del Señor bastará para sacar del polvo su cuerpo resucitado.
Créase o no la resurrección en un acontecimiento futuro, sin duda, pero atestiguado por una resurrección ya cumplida: la de Jesucristo.
Negarse a creer en la resurrección no impedirá qu el acontecimiento ocurra. Evidentemente Dios siempre tendrá la última palabra, ¿Por qué resistirse?

Extraído de la Buena Semilla (14/02/07). Adaptado.