Jueves 16. ¡Cállate, cállate que me desespeeeeeeeeras!

“El, respondiendo, les dijo, os digo que si estos callaran, las piedras clamarían.”

Imagínate que estás en la iglesia y la alabanza es de buen contenido teológico, musical y está dedicada al único que es digno de ser dedicada una alabanza ¿no estarías en tu “salsa” como un verdadero cristiano?
En el momento que acontece este pasaje, los israelitas estaban dando la alabanza al que es digno de alabanzas, a Jesús, y lo hacían de corazón, solo que Satanás estaba molesto porque veía que no le quedaba mucho para disfrutar de su libertad. Entonces entra en acción haciendo que los escribas que no creían en Jesús como hijo de Dios, le gritaran diciendo que mandara a la multitud que se callase. Pero he aquí lo que más me mueve a poder alabar con más fuerzas a Jesús. (Si crees que se puede alabar a Dios sólo entre las cuatro paredes de la iglesia estás equivocado.)
Es un acto de amor hacia aquel que nos amó primero (1Juan 4:19) y lo bueno, como te decía, es que lo podemos hacer en el campo, en la universidad, en el trabajo, en la escuela, en la cocina, donde sea que nos sintamos con ganas de alabar a Dios. Satanás se siente molesto cuando los verdaderos adoradores adoran en espíritu y en verdad, es por eso que te animo a que cuando lo hagas lo hagas por amor y en agradecimiento a aquel que es digno, porque sino las piedras lo harán por ti y no creo que tu quieras que te quite ese privilegio una roca fría y dura. Dios está esperando las alabanzas de sus hijos por adopción, tú y yo.
Si te crees una piedra dura y fría, pide en oración y Dios cambiara esa piedra en un corazón blando y humilde, que se doblará frente al más Grande.

El gran partido es: Yo vs. Una roca ¿quién es oído por Dios?

Por Pablo Baztan.