Miércoles 23. Amor incondicional, amor del Salvador (II).

“Jehová es mi pastor; nada me faltará. En lugares de delicados pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me pastoreará.”
Salmo 23: 1-2



Anteriormente vimos cuanto nos ama Cristo, que se entrego por nosotros y nos salvó. Pero ahora te invito a meditar en cuanto nos cuida, nos protege y nos brinda su amor, al igual que un pastor lo hace con sus ovejas.
Los lugares más inhóspitos del mundo son los desiertos. Durante el día el calor es muy intenso y durante la noche la temperatura desciende a menos de 1 grado. Este fenómeno se llama amplitud térmica. Pero no solo es el calor y el frío, sino que además el desierto se caracteriza por la escasez de agua y de vegetación. Un paisaje difícil para vivir ¿no? La verdad es que muchas veces los creyentes estamos en desiertos, desiertos espirituales. El alma abatida, con calor, frió, sedienta y en un lugar donde nada florece. ¿Pero como llegamos a semejante situación? Bueno, la respuesta es muy sencilla, nos apartamos del pastor de nuestras almas y acabamos en lugares inhóspitos.
Sin embargo, Dios nos ama tanto que no solo nos dio un Salvador, sino que además nos dio un Pastor. El Señor Jesús. Dejémoslo que guíe con su gran amor nuestras vidas. Hacia los lugares de delicados pastos y junto a las aguas de reposo.

Este es el verdadero amor incondicional del Salvador. Primero nos salva, segundo nos guía. ¿No es esto hermoso?

Por Andrés Vellano.