Miércoles 01. El sentido de la vida.

“El fin de todo discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos: porque esto es el todo del hombre”
Eclesiastés: 12: 13


Podemos escuchar miles de sermones, participar en conferencias de todo tipo, leer muchos libros y otras tantas más. Pero lo que Dios nos demanda son solo dos cosas. El sentido de la vida de cada creyente se resume solo en dos cuestiones. TEMER A DIOS, esto es confiar plenamente en El y dejar toda nuestra vida en sus manos, aceptando que ya no somos “nuestros” sino de Dios. GUARDAR SUS MANDAMIENTOS, obedecer lo que se nos pide en la Biblia.


Temer y obedecer, ¿para qué más palabras?

Por Andrés Vellano.

Martes 31. Reconocer a quien es debido.

“Señor, no te molestes, pues no soy digno de que entres bajo mi techo; por lo que ni aún me tuve por digno de venir a ti; pero di la palabra, y mi siervo será sano.”
Lucas 7: 6-7


¿Nunca te paso de que hay una persona “famosa” y todos la ven y hablan, y vos no tenes ni idea quién es? Bueno, a mi si me pasó. Recuerdo que una vez, cuando recién comenzaba a ser estrella de futbol el jugador Lionel Messi. Estaba en una pileta con unos amigo y hablaban del personaje en cuestión; hasta que pregunté ingenuamente de quien hablaban…, no hace falta que cuente la carcajada general de mis amigos…
El centurión romano del pasaje tenía un siervo (empleado). El cual estaba enfermo. Entonces este hombre del ejército del Cesar manda a llamar a Jesús para que sane a su siervo. Cuando el Maestro estaba cerca, el centurión nuevamente envía a unos empleados para que el Hijo de Dios no entre en su casa, sino que solo diga “las palabras” y su siervo sanaría.
Podríamos pensar que este hombre no quería dar la cara, pero esa meditación es errónea. El romano había reconocido en Jesús el verdadero Mesías, el Cristo de Dios. Y no se sentía digno de estar en su presencia. Jesús se da cuenta de esto, y dice que no había otro hombre con más fe que el.
Por más que Cristo ya more en nuestra vida. Debemos recordar siempre que fue la obra de Cristo que nos dio la “dignidad” de ser hijos de Dios. Pero también reconocer a Jesús cada día como amo y Señor de nuestra vida.

Tomemos en el ejemplo del centurión.

Por Andrés Vellano.