Viernes 25. Base de confianza.

“Los que confían en Jehová son como el monte de Sion, que no se mueve, sino que permanece para siempre”
Salmo 125: 1


La ciudad de Constantinopla (actualmente Estambul, capital de Turquía) fue una ciudad que daba mucha tranquilidad a sus habitantes. La base de esta paz estaba en sus grandiosos muros. La línea de defensa de Constantinopla estaba compuesta por una fosa llena de agua de unos 60 metros de ancho, seguido, un submuro de 2 metros de alto. Detrás de este otro muro de 3 metros de alto y dos de ancho. Finalmente el muro principal que se erigía por detrás, tenía 9 metros de alto y 5 de ancho, acompañado de 95 torres de vigilancia. Por mas de 1000 años, nadie pudo invadir la ciudad, Hunos, Árabes, Rusos, unos tras otros intentaron conquistarla, pero sin éxito. Finalmente los Otomanos pudieron derribar sus muros e invadir la ciudad en el año 1500 aproximadamente. ¿Sorprendente no?
Los creyentes hoy no confiamos en muros. Pero erróneamente confiamos en otras cosas antes que en Jehová. Dinero, salud, fuerza, familia, trabajo; en muchas cosas se puede confiar. Pero tarde o temprano, esas cosas caen como los muros de Constantinopla, y nos encontramos desolados. Confiemos en Jehová y seremos con el monte de Sion, que permanece para siempre. Estemos tristes, solos, angustiados, decepcionados y desolados, confiemos en Dios. Su amor nunca nos abandonará, El es nuestra roca y nuestra salvación.

Por Andrés Vellano.

Jueves 24. Lena y Nemo.

“Porque para mi el vivir es Cristo”
Filipenses 1: 21


Todos conocen el personaje Nemo, de la película. Ahora, permítanme presentarles a Lena. Ella es mi perra de un año de edad, se trata de una Cocker color canela, de largas orejas y de patas blancas. Lena tiene un juguete preferido, del cual nunca se separa y al cual se aferra con uñas y dientes; un pequeño Nemo de goma. No hay problema si le quitamos su “cucha”, el plato de comida, o cualquier otra cosa, siempre y cuando tenga a su Nemo cerca, ella es feliz.
Esto me hace pensar en como los humanos (al igual que la perrita) nos aferramos a ciertas cosas. Trabajo, prestigio, una casa, un auto, un video juego, o tal vez al facebook o a cualquier cosa. Triste ¿no? Lo que me llama poderosamente la atención del versículo del encabezado, es que, puedo ver con claridad que el apóstol Pablo, se aferraba a Cristo. No importa si falta la salud, el pan, la ropa, el cariño, o lo que fuere. Mientras Cristo esté cerca, el es feliz. Y Jesús prometió que estaría todos los días con nosotros, hasta que el mundo se acabe (Mt. 28: 20)
Querido lector, ¿a qué te estás aferrando? ¿Qué es lo que ocupa el lugar de privilegio en tu corazón? Ciertamente solo tú lo sabes. No pierdas el tiempo con las cosas vanas de este mundo, aférrate a Cristo quien no te dejará jamás.

Por Andrés Vellano.