Miércoles 15. Dependencia, confianza y fe.

“Y puesto de rodillas, clamó a gran voz: Señor, no les tomes en cuenta este pecado. Y habiendo dicho este durmió”
Hechos 7: 60


La muerte de Esteban es realmente fuerte. Sus palabras carcomen el corazón de cualquier persona y su ejemplo, un verdadero baluarte para el pueblo de Dios.
Después de insultarlo y juzgarlo, lo echan fuera de la ciudad. Todos está observando su rostro, con odio y con duras piedras en sus manos. ¿Podemos imaginar un momento estar en la piel de este hermano? Ya cuando las piedras comienzan a lastimar su piel y el sol se oscurece Esteban dice unas palabras escalofriantes. Eleva una oración al Padre. Pero no pide por él, sino por sus asesinos.
Pensemos en un hermano que no puedo perdonar, o alguien que me ofendió o lastimo. ¿Realmente somos tan incapaces de entender la dimensión del amor de Dios? Dios nos perdonó de TODOS nuestros pecados. Esteban aprendió de Jesucristo, que debemos no solo perdonar, sino amar a quienes nos aborrecen. Qué ejemplo más hermoso tenemos, primero de Cristo, segundo de un hijo de Dios, que supo ser obediente hasta lo último de su vida.

Las últimas palabras de Esteban, fueron una oración por sus asesinos. Semejante acto, demanda una dependencia, confianza y fe en Dios absoluta. Cada uno puede preguntarse ¿tengo algo de la dependencia, confianza y fe de Esteban? Dios quiera que la respuesta sea sí.

Por Andrés Vellano.

Martes 14. Un árbol.

“Será como árbol plantado junto a corrientes de agua, que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae; y todo lo que hace, prosperará”
Salmo 1: 3


Las raíces de los árboles generalmente tienen la misma dimensión que la parte que normalmente vemos fuera de la tierra, es decir, que si un árbol tiene 10 metros de alto, sus raíces llegarán hasta 10 metro de profundidad. Podemos pensar que para poder crecer fuerte necesita buenas raíces que le brinde el alimento necesario.
El salmista compara a los creyentes que aman a Dios y le son fiel, con un árbol. Pero no uno cualquiera, sino uno que tiene hojas siempre, que da buenos frutos y que prospera en gran medida. La vida de los hijos de Dios es como un árbol, depende de nuestras raíces lo mucho que podemos creer (espiritualmente hablando). Si tenemos raíces livianas en las cosas de Dios, poco responsables, sin mayores esfuerzos…, no podemos pretender tener una vida fructífera. En cuanto más profundas sean nuestras raíces hacia Dios y su Palabras, más prospera será nuestra vida.
En el campo, después de una tormenta se suele ver los árboles más débiles con sus hojas caídas, sus ramas rotas, y muchas veces destroncados…, cuando tengamos que hacer frente a las tormentas de la vida; quedar parados, dependerá de cuan cerca estén nuestras raíces del Señor.

¿Estamos realmente afirmados y arraigados en Cristo?

Por Andrés Vellano.