Jueves 12. Jesucristo, solo Jesucristo.

“Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre.”
Apocalipsis 1: 5



¿Qué tanto se puede amar a alguien? humanamente hablando, un novio podría dar la vida por su compañera, una madre por su hijo, o un amigo por otro. Pero ciertamente es muy difícil que amemos a quienes nos hacen mal. Está en la “naturaleza humana” el odiar a las personas que en algún momento nos lastimaron u ofendieron.
Pero Jesucristo, solo El, nos amó y nos ama de una manera ilimitada. Nosotros los hombres éramos enemigo de Dios, a causa de nuestro pecado…, sin embargo Jesucristo no solamente nos amó, sino que además nos lavo de nuestros pecados. Ese lavamiento, tuvo un precio muy caro… la sangre de Cristo Jesús.
Cada vez que leo este pasaje pienso en todo lo que Cristo hizo por mi. Hay días que pasan “volando”, con el trabajo, las obligaciones y demás… pero que hermoso es detenernos un momento y pensar en Aquel que nos amo, y nos lavo de nuestros pecados con su sangre.

Por Andrés Vellano.

Martes 10/ Miércoles 11. Un salmo de paz (VII).

“ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa de Jehová moraré por largos días.”
Salmo 23: 6



El regalo de vivir una vida junto al Pastor, consiste en una vida terrenal llena de misericordia. Debemos tener presente que el viejo hombre y la vieja naturaleza, muchas veces nos hacen desobedecer de los mandamientos de Dios. Pues bien, el creyente goza de una misericordia ininterrumpida de parte de Dios, mientras esté aquí en la tierra. De ninguna manera es una excusa para pecar, claro esta.
Y el fin es la casa del Pastor, la casa de Jehová. Allí moraremos largos días, vale decir días eternos.
Estimado lector, aquí llegamos al final de esta seria “Un salmo de paz”. Este titulo se debe a que el Salmo 23, proporciona paz a cada creyente. Por más dificultosa que sea la situación. Gocémonos en vivir una vida ligada a quien nos amó y nos lavó con su sangre (Ap. 1: 5). Vivamos cerca del Jehová. Cerca del gran Pastor.

Dios le bendiga ricamente.

Por Andrés Vellano.