Martes 14. Un árbol.

“Será como árbol plantado junto a corrientes de agua, que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae; y todo lo que hace, prosperará”
Salmo 1: 3


Las raíces de los árboles generalmente tienen la misma dimensión que la parte que normalmente vemos fuera de la tierra, es decir, que si un árbol tiene 10 metros de alto, sus raíces llegarán hasta 10 metro de profundidad. Podemos pensar que para poder crecer fuerte necesita buenas raíces que le brinde el alimento necesario.
El salmista compara a los creyentes que aman a Dios y le son fiel, con un árbol. Pero no uno cualquiera, sino uno que tiene hojas siempre, que da buenos frutos y que prospera en gran medida. La vida de los hijos de Dios es como un árbol, depende de nuestras raíces lo mucho que podemos creer (espiritualmente hablando). Si tenemos raíces livianas en las cosas de Dios, poco responsables, sin mayores esfuerzos…, no podemos pretender tener una vida fructífera. En cuanto más profundas sean nuestras raíces hacia Dios y su Palabras, más prospera será nuestra vida.
En el campo, después de una tormenta se suele ver los árboles más débiles con sus hojas caídas, sus ramas rotas, y muchas veces destroncados…, cuando tengamos que hacer frente a las tormentas de la vida; quedar parados, dependerá de cuan cerca estén nuestras raíces del Señor.

¿Estamos realmente afirmados y arraigados en Cristo?

Por Andrés Vellano.

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