Viernes 05. Jesús anda sobre el mar. Mateo 14: 22 – 33.

“Jesús hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de él a la otra ribera” Mateo 14: 22

Cuando pasamos por una tempestad en la vida, a veces queremos que el Señor solucione nuestro problema como nosotros pensamos. Los discípulos debieron haber orado pidiendo que se calme el viento y esperar que de un momento para otro desaparezca la tempestad. Pero no, el Señor aparece andando sobre el mar; algo que jamás se les hubiera ocurrido que iba a pasar. Pedro, uno de los que se encontraban allí, no cree. En medio de la prueba, no reconoce que su Salvador estaba mucho mas cerca que lo que el pensaba, y da “voces de miedo” (V 26). El Señor percibe aquellas voces de miedo y no tarda en decir “yo soy no temáis”. Para Pedro no fue suficiente, redobla la apuesta y se complica solo: “Si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas” (V 28) ¡Que pensamientos cruzarían por la mente de Pedro en ese momento! “¡Miren la fe que tengo! ¡Camino sobre las aguas con fuertes olas mirando al Señor!” Pero cuanto mas seguro estaba, más vulnerable era. Pedro se da cuenta que se metió en algo difícil de resolver por su propia fuerza y comienza a hundirse. Ya no es posible mantenerse a flote, ni siquiera intentar nadar. Sus fuerzas están vencidas.
El Señor, en su inmenso amor por su discípulo, primero le extiende la mano y lo salva. Luego lo acusa de su poca fe. Y por último de todo, resuelve su problema: “se calmo el viento” (V32).
Pedro no tuvo fe en que “el fantasma” era nada menos que su Salvador. No tuvo fe cuando Jesús se hace escuchar ¿Qué podría quedarle? Su propia confianza: “manda que YO vaya”. Termino por hundirse.
Vemos como el Señor cambia el orden de las cosas. Nosotros siempre queremos que El resuelva nuestros problemas de la manera que nosotros ya tenemos pensado. Oramos mucho, pero siempre pensando en la solución. Es mas, a veces, hasta nos atrevemos a decirle a Dios como tiene que resolver nuestras preocupaciones. Pero todas las situaciones por las que pasamos para el Señor siempre tienen dos, tres o más propósitos. No solo se resuelve el problema de una manera impensada, sino que además resulta en agradecimiento y adoración para El. Así podemos leer en el final del relato: “Entonces lo que estaban en la barca vinieron y le adoraron, diciendo: Verdaderamente eres Hijo de Dios”.

Por Lucas Paulino.

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