Lunes 11. Eryngiun Faniculatum (cardo ó caraguatá)

“…ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mi. Y yo se que en mi, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien esta en mi, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago.”
Romanos 7: 17-19


En otra oportunidad hemos meditado en esto. Pero quisiera ir un poco más lejos con respecto al pecado y la vida del creyente.
¿Te preguntaste alguna vez, porque hacemos cosas que desagradan a Dios?, es decir, pecamos. Si engañar a nuestra pareja es algo que Dios no lo aprueba, ¿Por qué hay casos de hijos de Dios que lo hacen? Esclavizarnos delante de un monitor con un juego, ver pornografía, ser ociosos, tener gula, disfrutar haciendo enojar o burlarnos de alguien, son cosas que Dios no aprueba de ninguna manera. ¿Por que entonces hacemos esto? Pablo dice que el quería hacer bien las cosas, pero no podía. ¡Tal como vos y como yo, que queremos vivir en santidad y ser fieles! El problema radica, según el apóstol; en EL PECADO QUE MORA EN NOSOTROS. Quiere decir que en nuestra interior esta la tendencia a hacer lo malo delante de los ojos de Dios. Pero también esta el nuevo hombre que quiere agradar en todo a Dios. Y aquí comienza una guerra interna.
El titulo de este escrito, es el nombre de una planta. Crece al ras del suelo y se llena de hojas muy largas y finas, llenas de espinas. Cuando llega a la madurez crece desde su interior una vara que supera los 2 metros de alto. La particularidad es que es muy difícil de matar, casi imposible. Se la puede sacar de raíz, pero un pequeño tubérculo hace que crezca nuevamente, se la puede quemar, pero reflorece, se la envenena, pero sana. ¡Es una verdadera plaga!
Tú y yo tenemos esa plaga dentro, ese pecado. Que no podremos matar ni quitar mientras estemos aquí en la tierra. Pero si podemos reducirlo. A estas plantas, para mantenerlas a raya hay que trabajar mucho; para mantener a raya el pecado, también. Oremos, pidamos sabiduría, leamos la Palabra, confiemos y luchemos.

Que exista el pecado, no quiere decir que deba pecar.

Por Andrés Vellano.

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