Lunes 21. Amor incondicional, amor del Salvador (I).

“He sido derramado como aguas, y todos mis huesos se descoyuntaron; mi corazón fue como cera, derritiéndose en medio de mis entrañas. Como un tiesto se secó mi vigor, y mi lengua se pegó a mi paladar, y me has puesto en el polvo de la muerte.”
Salmo 22: 14-15


Estoy seguro que has leído este pasaje. El salmo 22 es muy profundo. Ya que el salmista relata en primera persona los sufrimientos de Cristo Jesús. Sufrimientos que nosotros debimos haber recibido.
A pesar de que nada teníamos a favor, no había nada bueno en nosotros (Rom 3: 23). Sino todo lo contrario, nuestro corazón y todo nuestro ser estaba contaminado, desde la cabeza hasta los pies era solo hinchazón y llagas podridas (Isaías 1: 6). Merced a todo esto, Cristo nos amó con un amor que fue (y que es) muy superior a lo que podemos llegar a comprender. Un amor que le llevó a dejar la diestra (la derecha) del trono de Dios, que le llevó a limitarse a un cuerpo de carne y huesos, que le llevó a la cruz del Calvario. El mismísimo Hijo de Dios, Ser eterno lleno de poder y plenitud; no solo nos amó con un amor eterno, sino que nos da las bendiciones celestiales en su nombre (Efesios 1: 3-14). Y con ellas la salvación de nuestra alma.
Querido lector, sepamos tener presente todos los días, este amor tan grande con que nos ha amado el Salvador, y que sea un desafía diario vivir una vida digna y santa para nuestro Señor y Salvador Jesucristo.

Por Andrés vellano.

No hay comentarios: