Martes 31. Reconocer a quien es debido.

“Señor, no te molestes, pues no soy digno de que entres bajo mi techo; por lo que ni aún me tuve por digno de venir a ti; pero di la palabra, y mi siervo será sano.”
Lucas 7: 6-7


¿Nunca te paso de que hay una persona “famosa” y todos la ven y hablan, y vos no tenes ni idea quién es? Bueno, a mi si me pasó. Recuerdo que una vez, cuando recién comenzaba a ser estrella de futbol el jugador Lionel Messi. Estaba en una pileta con unos amigo y hablaban del personaje en cuestión; hasta que pregunté ingenuamente de quien hablaban…, no hace falta que cuente la carcajada general de mis amigos…
El centurión romano del pasaje tenía un siervo (empleado). El cual estaba enfermo. Entonces este hombre del ejército del Cesar manda a llamar a Jesús para que sane a su siervo. Cuando el Maestro estaba cerca, el centurión nuevamente envía a unos empleados para que el Hijo de Dios no entre en su casa, sino que solo diga “las palabras” y su siervo sanaría.
Podríamos pensar que este hombre no quería dar la cara, pero esa meditación es errónea. El romano había reconocido en Jesús el verdadero Mesías, el Cristo de Dios. Y no se sentía digno de estar en su presencia. Jesús se da cuenta de esto, y dice que no había otro hombre con más fe que el.
Por más que Cristo ya more en nuestra vida. Debemos recordar siempre que fue la obra de Cristo que nos dio la “dignidad” de ser hijos de Dios. Pero también reconocer a Jesús cada día como amo y Señor de nuestra vida.

Tomemos en el ejemplo del centurión.

Por Andrés Vellano.

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