Viernes 05. Injusticias.

“Quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino que encomendaba la causa al que juzga justamente”
1ra de Pedro 2: 2
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Cuando siento que se me está haciendo una injustica, me hierve la sangre, siento ganas de gritar y de decir “mis verdades”…, “ahora me van a escuchar” “van a saber quién soy”. ¿No es esto lo que todos, en menor o mayor medida sentimos ante una injusticia? ¡Sin dudas que si! Esa sensación de impotencia y decepción.
El Señor Jesús seguramente sintió lo mismo (y mucho más). El Hijo del Dios Altísimo, siendo humillado por los pecadores. Sin embargo, “como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció y no abrió su boca” (Is. 53: 7). Por más que haya sido la mayor injusticia de la historia, el Señor Jesús enmudeció de amor. No abrió su boca ni profesó palabras, porque nos amaba y ese amor es más grande que cualquier injusticia. Solo encomendó la causa a Dios.
Aprendamos de Cristo, y cuando estemos ante una injusticia, demos testimonio de que somos “cristianos”, vela decir, imitadores de Cristo. Dejemos nuestra causa al Juez justo y confiemos que la verdad saldrá a la luz, como el sol de la mañana.

No hay nada más hermoso que dejar las injusticias en las manos de Dios, ¿Quién mejor que el supremo Juez para dar un veredicto correcto?

Por Andrés Vellano.

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