Miércoles 17. Parásitos (I)

“Porque donde hay celos… allí hay perturbación y toda obra perversa”
Santiago 3: 16


Si te preguntara cual fue el motivo por el que Caín mató a su hermano Abel ¿Qué responderías? El motivo fueron los celos. Pues, Dios había mirado con agrado la ofrenda de Abel y no la de Caín. Los celos se instalaron en el corazón de Caín, lo que llevo a que matase a su hermano.
Si un creyente deja que los celos entren en su corazón, tarde o temprano ese paracito carcomerá dentro de nuestro ser. Y como enseña la Palabra “toda obra -será- perversa”. Por celos, muchos hermanos en Cristo dejan de hablarse; por celos, las relaciones sentimentales pasan por grandes avatares; por celos, perdemos la mirada de las cosas eternas; por celos, mentimos y difamamos; por celos, dejamos de ser siervos útiles en la viña del Señor y nos convertimos en portadores de vergüenza. Miremos como le fue a Caín, por darle lugar a este tremendo parásito.
Querido lector, Dios es el dador de la vida. Todo lo material y no material que tiene cada hijo suyo en esta tierra, le ha sido concedido por santa y bendita voluntad ¿acaso podemos cuestionar algo así? Tangamos los ojos puestos en Jesús, no en los hermanos. Así evitaremos ser infectados por el parásito de los celos.

Por Andrés Vellano.

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